En las últimas décadas y con el creciente interés por el veganismo, los seres humanos estamos cada vez más intrigados por conocer las funciones fisiológicas de las plantas. La organización PETA se ha hecho en repetidas ocasiones la misma pregunta que nos hemos hecho todos: ¿Las plantas sienten dolor?
Quizá tu primera reflexión sea que las plantas no tienen cerebro y, por eso, no sufren.
Pero las nuevas evidencias, a nivel molecular, podrían indicar que las plantas sí que sienten dolor. Respondemos a una teoría científica muy controvertida que cambiaría la forma en que interactuamos con la flora.

La investigación comenzó con Darwin
Fue con la hipótesis «raíz-cerebro» que los botánicos y naturalistas Charles y Francis Darwin propusieron la teoría de que las plantas tienen sentimientos. En el siglo diecinueve, la neurobiología vegetal se popularizó al descubrir que los extremos de las raíces harían las mismas funciones que el cerebro de animales simples.
Por animales simples entendemos que son las medusas, los corales o las almejas, por ejemplo.
Las similitudes fisiológicas entre el comportamiento de las raíces de las plantas y las neuronas de un cerebro simple aparecieron retratadas en «El poder del movimiento en las plantas». En este libro, se postuló la idea de que las raíces eran capaces de moverse de acuerdo a las sensaciones que iba recibiendo la planta entera.

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Cien años de silencio en la comunidad científica
Al principio, la teoría «raíz-cerebro» despertó el interés de botánicos interesados en el mundo vegetal desde la perspectiva neurobiológica. La idea de que las plantas sienten dolor y toman decisiones para sobrevivir se dedujo a partir de las células de las raíces, que transportan hormonas para enviar señales sensoriomotoras.

No obstante, el punto de vista clásico terminó silenciando la observación de Charles y Francis Darwin. La razón de que una teoría tan llamativa no se tomara en serio en la comunidad científica tuvo mucho que ver con que la mayoría de los organismos unicelulares están compuestos de sistemas nerviosos similares a las plantas.
Además, la visión antropocentrista del mundo, plenamente aceptada en aquellos años, no permitió plantear que las plantas se mueven de forma lenta pero activa gracias a una cognición basada en estímulos sensoriales. Este tipo de comportamiento es inteligente y sirve para que las plantas se adapten a su entorno.
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¿Las plantas tienen sentimientos?
Hasta ahora hemos mencionado la idea de que las raíces podrían comportarse como un cerebro simple, pero no hemos explicado si las plantas sufren o tienen sentimientos. En la ecología química, hay nuevos estudios sobre la comunicación vegetal que demuestran que las plantas hablan entre sí mediante intercambios químicos.
Hay plantas, como la mayoría de los tipos de musgos, que tienen incluso un comportamiento colonizador.
El lenguaje de las plantas se basa en la emisión de moléculas que actúan como neurotransmisores. Estas moléculas ayudan a las comunidades de plantas a reconocerse e identificarse entre sí. También sirven para saber si una especie cerca de ellas está en peligro y si necesitan activar mecanismos de defensa preventivos.

El dolor es un impulso eléctrico complejo que advierte a un organismo de un peligro. Aunque sabemos que las plantas activan mecanismos de defensa, es cierto que estos organismos no pueden salir corriendo como nosotros. La pregunta está clara: ¿es fisiológicamente necesario que una planta sienta dolor para sobrevivir?
Como las plantas no tienen cerebro ni sistema nervioso, es difícil saber la respuesta. La ciencia ha probado que las plantas sí que tienen una cognición mínima para adaptarse al mundo y comunicarse con su comunidad, pero un biólogo de células vegetales, Frantisek Baluška, opina que las plantas también podrían tener conciencia.
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La anestesia en plantas carnívoras funciona
Cuando preguntamos a Frantisek Baluška si las plantas sienten dolor, este biólogo no tienen ninguna duda: Sí, las plantas sienten dolor. Esta conclusión tan controvertida la fundamenta a nivel molecular, ya que las plantas y los árboles emiten las mismas sustancias que emiten los animales para suprimir el dolor.
A raíz de esta conclusión, el equipo de Baluška, de la Universidad de Bonn, se planteó hace unos años sedar unas venus atrapamoscas para ver si sus partes móviles seguían abriéndose y cerrándose para cazar insectos.
No es la primera vez que se hacen este tipo de experimentos científicos. También vimos un experimento que buscaba entender mejor la propagación de las semillas del diente de león.
El descubrimiento del experimento de las venus atrapamoscas fue asombroso: dejaban de reaccionar a los insectos bajo los efectos de la anestesia. Las hojas que se abren y se cierran no se movían, y no fue hasta que la sedación dejó de hacer efecto que las plantas carnívoras volvieron a su comportamiento normal.

¿Qué significa esto? Algunos de los anestésicos que utilizó el equipo de Frantisek Baluška están preparados para sedar a los seres humanos. La anestesia funciona porque desactiva la actividad eléctrica en el organismo, lo cual hace que los seres vivos no reaccionen a estímulos de ningún tipo ni puedan «sentir» nada.
Otros organismos vegetales, como el guisante, también mostraron los efectos normales de la sedación.
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Las plantas podrían tener conciencia
Del experimento de la anestesia en venus atrapamoscas nació otra teoría: las plantas podrían tener conciencia, que es una función cognitiva indispensable para «despertar» de los efectos de la anestesia. Este tipo de conciencia, sin embargo, requiere adoptar terminología y definiciones distintas a las de la conciencia animal.
Frantisek Baluška y su equipo explican que no es posible atribuir los mismos procesos de conciencia que realiza un animal a los mecanismos de conciencia que realiza un organismo vegetal. Aun así, los avances recientes abren la puerta a la posibilidad de que las plantas sean más inteligentes de lo que habíamos supuesto.
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